De cuando duele y callamos
- Mariel Oddino
- 8 ago 2023
- 2 Min. de lectura

Le dolió y no lo dijo.
Le dolió y se lo guardó.
Le dolió y buscó el sentido.
Le dolió y se jactó de “yo olvido” y ya está.
Le dolió y se felicitó por rescatar lo positivo.
Le dolió pero dijo “no me dolió nada” como cuando un/a niño/a se levanta rápidamente de una caída, mostrando valentía frente a sus compas que lo/a miran burlones y riéndose de ese tropiezo.
Le dolió aunque creyó que no.
Le dolió y eso que calló, lo/a lastimó.
Al dolor hay que hablarlo, no lucirlo como trofeo ni como sofá para que la víctima se apoltrone.
Al dolor hay que sacarlo, decirlo, nombrarlo. Benditos terapeutas del alma que se disponen a la escucha, que se brindan para que liberemos eso que está preso. Y así, permitir que se transforme en ex –preso. La palabra libera.
Si alguna acción de otros nos duele…primero hay que “decirlo” .
Si esa persona ya no está en este plano: escribirlo. Poner en escrito todo eso que sentí o que siento. Sin juzgarnos ni por la ética ni la gramática ni la semántica. Como salga. Como venga. Escribir. Escribir para sacar .Escribir para sanar. Y luego quemar.
Si la persona está en este plano, diseñar una conversación y manifestarle nuestro dolor. Porque es nuestro, es nuestro sentir. Por eso no manifestar: “vos ME hiciste sentir” sino “yo sentí enojo/tristeza/dolor/decepción ante ….lo que dijiste/hiciste. De esta manera yo ex
preso y pongo en conocimiento al otro.
Puede que cuando queramos hablar de ese dolor, este quiera salir impetuoso, imparable, irrefrenable. Es normal. Porque se va a vestir de ira, de furia. Porque teme que lo tilden de cobarde, de tibio. Porque teme decir que es dolor de ALMA.
Poder tomarnos el tiempo para que lo que salga pueda ser escuchado. Para que lo que salga no este contaminado de gritos, descalificaciones, de vacíos reproches. Mostrar y hablar de nuestro dolor sin máscaras. No nos autocastiguemos por no saber cómo. No fuimos enseñados en el comunicar. No fuimos enseñados en el decir asertivamente. Quizás fuimos demasiados adoctrinados en el “deber ser” y en “el deber hacer” por mucho tiempo.
Si la persona está en este plano y no puedo hablarle o no quiero hacerlo. Pues bien, decirlo en espacios terapéuticos , buscar momentos de escucha cuidados y respetados o manifestarlo ante quien pueda tomar ese nuestro-sentir como sagrado y no juzgado.
Y una vez que pudimos ponerle palabras a ese dolor, una vez que pudimos decir, vendrá el momento y el proceso de sanar (si es que queremos hacerlo)
Empezaremos a resignificar, transformar, a ver que nos trajo de positivo y de aprendizaje (aunque en los inicios no podamos verlo) ese dolor.
Cuando lo dolores no dichos pasan al cuerpo, enferman. HABLEMOS.
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